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No voy a caer en la eterna discusión de si los líderes nacen o se hacen. El primero de mis tres libros se titula “Todos Somos Líderes” y ahí el simple enunciado lo responde. Si todos somos líderes y todos nacemos, pues los líderes nacen. El problema es que no lo sabemos.

Llevo 30 años como Consultor y Formador Gerencial y unos 20 años como formador de líderes. Mis eventos se llenan de profesionales que se sorprenden con lo que descubren. Ellos fueron a un programa gerencial y lo que se encontraron fue con una profunda mirada hacia su persona, en muchos casos inédita, es decir, nunca se habían mirado como una posibilidad para sí y para el mundo.

A cada grupo que viene a mis formaciones les invito, en un ejercicio, a recordar a esas personas que les ha servido de referencia y ejemplo de liderazgo. Les invito a traer a la sala a esas personas que han admirado y de alguna manera han marcado sus vidas. Después de honrarlas les pido que enuncien qué es lo que hacían esas personas para despertar ese sentimiento en ellos. La lista es larga y contundente.

Los profesionales admiran a quienes les hacen sentir importantes, queridos, valorados. A esas personas que les escuchan, le aprecian, le comprenden. A quienes creen en sus talentos y capacidades y les ponen retos para desafiarlos. Admiran a esas personas que se sienten seguras y decididas, que saben lo que quieren y para dónde van. A esas personas visionarias, entusiastas, apasionadas y alegres. Nos encanta recibir reconocimientos, valoraciones y por lo tanto, admiramos a quienes nos lo entregan con sinceridad y gratitud. El hecho de ser justos, equilibrados, honestos, congruentes, confiables, también genera admiración. No puedo dejar de mostrar que la cualidad más recurrente es la credibilidad.

Y no puedo estar más que de acuerdo. Podrás estar cómodo y seguro ante una persona que cumple lo que promete, sabe hacerse cargo de sus faltas y da la cara cuando se equivoca o no cumple lo acordado. Esa persona que te inspira confianza porque no suele recurrir ni a las excusas y menos a las mentiras. No tiene “cartas bajo la manga” y sabes que su obrar es correcto.

Como puedes ver, los líderes son esas personas que te hacen sentir importante, respetado, apreciado. Te tratan como capaz, talentoso, poderoso. Creen en ti más que tú mismo. Y eso realmente cautiva y crea admiración y fidelidad.

Lo curioso es que cada vez que hago este ejercicio no aparece por ningún lado esa idea culturalmente asociada al liderazgo como el carisma, la simpatía, el glamour, ser divertido y el centro de la fiesta. Ser extrovertido y tener buena labia para discursos con palabras bonitas son rasgos de popularidad aunque lamentablemente confundidas con liderazgo.

Ser popular no significa ser líder. Los populares conquistan pasiones para las fiestas. Los líderes conquistan almas y lealtades.

Es ante la evidencia de los verdaderos atributos de las personas que admiran, los asistentes pueden concluir que la verdadera tarea es evolucionar como persona. Ser buena persona no es más que ser creíble, confiable, sincero, auténtico, amoroso, sensible, humilde, solidario…

Quienes quieren aprender a ser líderes descubren que el liderazgo no es un contenido que aprender sino una consecuencia del ser como persona. Desarrollar el auténtico liderazgo pasa por evolucionar como persona. Liderazgo y Maestría Personal van de la mano.

Me explico mejor. Históricamente andamos pendiente del mensaje y no del mensajero. Cuando edifico el ser que soy lo que sale de mí es más genuino. Lo que hace un verdadero líder, no un populista carismático que usa su simpatía para cautivar, es conectar emocional y relacionalmente con la gente desde su humildad, entusiasmo y credibilidad a toda prueba. Cuando te haces así, el liderazgo brota solo.

Si esto tiene sentido para ti y quieres saber más, te invito a que visites www.forja.com/plio donde te encontrarás con una muy buena opción para el desarrollo de tu Maestría Personal y por consecuencia, tu liderazgo y poder de influencia.

Eduardo Martí