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Recientemente me ha tocado hablar varias veces sobre la Culpa. Esa emoción que para muchos se convierte en un estado de ánimo y nos lleva por la vida sintiendo que somos poca cosa.

Lo curioso aquí es que en las últimas seis conferencias que he impartido, en cuatro de ellas me han hecho preguntas o me han pedido que hable sobre el tema. Me reconozco como todo un experto en sentir culpa y por eso es que puedo hablar sobre lo nocivo que es sentirla.

Y seguramente te debe pasar igual que a mí, que con solo intentar no sentirnos culpables por algo, automáticamente ya nos hace sentir culpables. Me siento culpable de no querer sentir culpa. Que lío.

Lo que me propongo en este escrito es reproducir mis reflexiones al respecto y parte de lo que he compartido con la gente en mis intervenciones. Gracias a que me han puesto a hablar creo haber ordenado mis ideas y sin buscar lucirme académicamente sobre la culpa, te comparto a lo que he llegado.

Mi gran deseo es que te sea tan liberador y útil como lo ha sido y está siendo para mí. Espero que logre marcar en ti la gran diferencia que hay entre vivir una vida llena de culpas o vivir desde la verdadera responsabilidad. Yo he elegido ésta última.

Voy a entrar directo en el tema y luego hago otras consideraciones: Comienzo diciéndote que sentir culpa y/o hacer sentir culpable a otros es una gran irresponsabilidad. Me explico: Cuando hago algo, sea lo que sea, lo hago en el momento creyendo que es lo mejor que puedo hacer, con los recursos que tengo disponibles y sin ninguna posibilidad de hacer otra cosa. Incluso, si sé que es algo que no debo hacer, al hacerlo es porque no tengo otra salida consciente o inconscientemente. Sé que esto no es fácil de entender a la primera, sigamos adelante a ver como nos va.

Si hago algo indebido, y concientemente no sabía que era indebido, ¿tiene sentido que tenga culpa?, yo diría que no, con todo y que las consecuencias de esa acción sean nefastas. Pongamos un ejemplo trágico: Un niño en su ignorancia le hace ingerir veneno a su hermano menor y este casi muere. No te extrañe que este niño viva el resto de su vida con culpa y los demás recordándoselo. ¡Pues no es justo!  Quien hace algo indebido sin saberlo no es culpable de nada. Primera apreciación.

Segunda apreciación. Si yo sé que no debo hacer algo y lo hago, todo se vendrá encima de mí y tratarán de hacerme sentir culpable y con remordimiento. Lo más seguro es que, si soy “responsable”, sienta culpa y arrepentimiento. Me sienta mal y ahora soy víctima de mí mismo culpabilizándome y bajando la cabeza pidiendo disculpas.

El error que genera culpa solo ocurre en el pasado, es decir, cuando miro hacia atrás es que lo puedo ver. Entonces, a mi entender, y puedes no estar de acuerdo conmigo, esa culpa solo nos disminuye. Insisto en algo: si hago lo que hago sabiendo que no debía hacerlo… y lo hice, es porque tenía que hacerlo y por algo lo hice. En el momento y en el tiempo con los recursos que disponía.

Un error cometido por ignorancia no merece castigo ni culpa, lo que obliga es a aprender para no repetir. Distinto sería por negligencia, y en ese caso la culpa no lo exime de hacerse cargo de las consecuencias de su mal obrar.

Lo que si tenemos que aprender y tener muy claro es que una cosa es tener culpa y otra es hacernos cargo de las consecuencias de nuestras acciones. Puedo hacer algo inadecuado y sentir culpa… ¿y?  ¿No pasa nada?…  Claro que si. A lo mejor no sabías lo que hacías pero lo hiciste y eso tiene consecuencias. Ahora hazte cargo.

Cuidado con usar la culpa para educar a alguien. Eso no es sano para ninguno. Criar a los hijos con el “yo te lo dije” y los reclamos posteriores lo que pretenden es debilitar al otro y pedirle sumisión y obediencia. Es usar la culpa “con buena intención” para dominarte y controlarte.  Es igual cuando te dicen: “y todo lo que me sacrifiqué por ti”… ¿qué pretende esa horrible expresión? hacer sentir culpable, y con una deuda, para así manipular y doblegar.

No sé si te queda clara la idea pero intento decirte que el sentimiento de culpa nos disminuye y rebaja nuestro poder de acción porque nos dice que somos insuficientes e inadecuados. Lo correcto es sentir la sensación de orgullo de lo grandiosos que somos y reconocer nuestros errores y equivocaciones siendo responsables de las consecuencias de nuestros actos y muy desde nuestra postura correcta hacer lo que haya que hacer para enmendar el daño que causé.

Recuerda esta idea final: La culpa exige castigo y que te sientas mal, y ni tú ni yo merecemos tratarnos como miserables. En cambio la responsabilidad exige sacar nuestro adulto y recoger lo que derramamos. Levantemos la cara y miremos de frente nuestras equivocaciones. Pidamos disculpas si causamos daño a algo o a alguien y compensemos ese daño ¿qué puedo hacer para disminuir las consecuencias del daño que he causado?, esa es la verdadera respuesta desde la madurez.

Sentir culpa es renunciar a tu madurez.

Ya sabes, me gustaría saber que te produjo este escrito. Así aprendo de ti.

Si me dejas tu comentario yo mismo, en persona, lo contestaré.