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Alejandro Magno“Quemar las naves” es una frase de sabiduría popular muy utilizada actualmente en las organizaciones y que quiere decir: ¡No hay vuelta atrás!

Investigando sobre esta expresión nos encontramos que tiene distintos orígenes, pero el más aceptado es aquel que se refiere a una expedición que realizó Alejandro Magno, en las costas de Fenicia en el año 335 A.C. Después del desembarco, el monarca se dio cuenta que los soldados enemigos los superaban en relación tres a uno. Sus hombres estaban atemorizados y no encontraban motivación para enfrentar la lucha. Habían perdido la fe y se daban por derrotados. El temor había acabado con ellos.

Alejandro al observar esta situación dio la orden de que fueran quemadas todas sus naves. Mientras los barcos se consumían en llamas y se hundían en el mar, reunió a sus hombres y les dijo: “Observen como se queman los barcos. Esa es la única razón por la que debemos vencer ya que si no ganamos, no podremos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con sus familias nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla ya que solo hay un camino de vuelta y es por mar. Caballeros: cuando regresemos a casa lo haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos”.

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Quemar las Naves impone la Victoria

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“Quemar las naves” forma parte de mi vocabulario desde hace mucho tiempo. Ha convivido conmigo de una u otra manera y, debo reconocer, que sin conocer su origen histórico, forma parte de mi filosofía de vida.

Echar pa´lante, perseverar, consolidar, insistir, no retroceder, no hay vuelta atrás, son expresiones de quemar las naves que me han acompañado por siempre. Son manifestaciones de mi pensamiento ganador que pareciera que a veces entran en dilema con esa otra virtud que me caracteriza: reconocer el error, corregir el rumbo, dudar de lo dado por cierto. Si nos detenemos, aunque pareciera a simple vista posiciones contradictorias, veremos que no lo son. Se la llevan de la mano, van juntas, y así debe ser.

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Insistir y Renunciar:

las dos caras de una misma moneda.

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A mediados de los años 80 fundé la empresa FORJA Consultores junto a Nora Ovelar. Yo estaba decidido a hacerla exitosa. Yo estaba decidido a vivir de ella. Yo estaba claro que esta incipiente empresa nos daría una cómoda jubilación en su momento. No había vuelta atrás. No había otra posibilidad. Desde esta declaración muy consciente, concentré absolutamente todos mis esfuerzos en hacerla realidad.

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El Fracaso no es una opción

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Recuerdo haber recibido propuestas para dar clases en la universidad, incluso en el Doctorado de Educación. Ante tan prestigiosa oferta a la cual me vi tentado, decliné. No quería recibir ingresos de ningún tipo que no vinieran de Forja. No quería distraerme ni quitarle foco a mi propósito. Luego, a finales de los 90 fui invitado a dar una conferencia en la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela donde habían muchos profesores, algunos de ellos conocidos míos. Alguien me hizo una pregunta cuya respuesta me salió del Alma. ¿Cuál fue mi secreto para llevar a la empresa al lugar prestigioso en la cual se encontraba? Sin dudarlo un segundo dije: Quemé las Naves.

Cuanta gente no tiene deseos de fundar su negocio propio pero ante la incertidumbre si será o no exitoso se queda laborando en algún trabajo para asegurarse ingresos mientras…  Eso, a mi juicio, no funciona!

Cualquiera puede decirme: es muy fácil quemar las naves cuando tienes total posibilidad de éxito. Yo diría, es cierto. Sin embargo, quemar las naves es también una manera de aclarar maravillosamente la vista. Quemar las naves obliga a despejar las dudas limitantes e introducirte de lleno en el camino.

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Quemar las naves cuando todo lo tienes seguro,

ya no es quemar las naves.

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Mas recientemente, en enero del 2009 un grupo de personas vinculadas a Forja Consultores decidimos ascender a la cumbre del Roraima, Tepuy (montaña de meseta plana) situado en el sur de Venezuela, frontera con Brasil. Esta expedición de 9 días nos llevó a un proceso profundo de introspección debido a los retos personales que tuvimos que afrontar.

Uno de ellos fue en el segundo día de camino, cuando salimos de Río Kukenan hacia Campo Base, la ruta se hacía cada vez más empinada. Habíamos caminado 18 kilómetros el día anterior y este día tan sólo eran 12 kilómetros, pero mucho más fuerte por la inclinación perenne. Debido a esta situación y al agotamiento que ya experimentaba, pensé en no continuar, estaba tentado a devolverme al observar la “hazaña” que aún debía lograr. Todavía nos quedaban 7 días más de expedición y este tan solo era el comienzo.

En esta situación era muy fácil darse por vencido, pero en realidad, ya no podía devolverme, el grupo avanzaba y no había forma que yo me regresara solo o que me quedara allí en esa inmensidad. Las provisiones estaban muy adelante… en fin: tenía que continuar. Las naves estaban quemadas, no las quemé yo, pero no había posibilidad de retorno.

Así descubrí que la realidad de volver era mucho más frustrante, difícil e ilusa que la de seguir subiendo y cumplir el objetivo. Y así fue como 2 días después hicimos cumbre en el Roraima, saboreando las mieles del éxito, sintiéndonos grandes, poderosos y orgullosos, tal vez como se sintió el ejército de Alejandro Magno cuando regresó a su tierra a bordo de los barcos conquistados al enemigo, ellos habían vencido y nosotros también.

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Si hubiera habido forma de abandonar y regresar,

me hubiera perdido TODO.

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Como sabiamente dijo mi amigo Pedro Martín: “Es necesario, a veces, destruir nuestras posibilidades de retorno, para no tener la tentación de rendirnos”.

Quemar las Naves es asumir el éxito y el triunfo, como única posibilidad.

Me interesa saber cuando has quemado naves para poder lograr el éxito.

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