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En mi último viaje a Caracas, mientras manejaba por la ciudad, jugaba a sintonizar la radio y me topé con una emisora donde dos mujeres hablaban acerca de “líos de pareja”, y como yo no escapo a eso, me detuve a escuchar. La periodista entrevistaba a Mariela Michelena, una venezolana residenciada en Madrid que publicó un libro, que lleva varias ediciones ya, titulado “Mujeres Malqueridas”.

Lo poco que pude escuchar, ya que el programa estaba a punto de terminar, fue muy interesante. Entre ellas, por ejemplo, que una mujer va a una tienda y encuentra un vestido hermoso, pero por ser hermoso no significa que “necesariamente” le quede bien a ella. Y muchas mujeres se casan con “alguien hermoso” pero que no le calza bien. Así también hace referencia a personas quienes se empeñan en que su negocio siga adelante, cuando las cifras apuntan lo contrario. Eso también pasa con algunas parejas.

Pero hubo algo que llamó particularmente mi atención y lo quise compartir contigo. Y es que la persona que llevaba a cabo la entrevista le pregunta a Mariela Michelena: “Si tú pudieras decir en una palabra: ¿cuál es el secreto de una muy buena relación, de una buena relación de pareja, cuál sería esa palabra?”. La respuesta fue muy rápida y contundente. Era una respuesta que no tenía que elaborarse. Ya estaba segura. La palabra que mejor define una excelente relación de pareja es RECIPROCIDAD. Escuchar aquello me hizo detener de inmediato mi carro. Necesitaba tratar de entender lo que esta señora estaba intentando decir: ¿cómo que, para que exista una “buena relación de pareja”, debía haber reciprocidad?

¿Qué significa “reciprocidad”? me preguntaba. Y me gustó la forma en que ella lo definió: “son las relaciones donde no hay déficit, ninguno le debe al otro”. O sea, podemos hablar de que hay reciprocidad, cuando los dos sentimos que estamos haciendo el mismo esfuerzo porque la cosa marche bien.

Desde ese momento, la palabra no ha dejado de estar en mi pensamiento. Me he dado cuenta que aplica no sólo a las relaciones de pareja, sino en todo tipo de relaciones. Me he estado observando de cuidar que no haya déficit con quien interactúo.

Trato de darle a quien me da. Acepto recibir de quien le he dado. No quiero pedirle mucho a alguien si luego no voy a tener como “darle”. Igualmente, trato de no darle mucho a quien se puede incomodar al no tener como retribuirme. De lo contrario, vamos a estar en desbalance y las relaciones pueden distanciarse.

Esto me llevó a reflexionar: ¿qué tanto yo VIVO en reciprocidad con la gente que me da? Y no menos importante: ¿qué tanto puedo estar incomodando al que le doy mucho y éste no encuentra forma de retribuirme? A veces yo, Eduardo Martí, puedo estar en una situación de dar, dar, dar mucho y puedo estar incomodando al otro, que sentirá “estoy recibiendo mucho y no sé cómo retribuirle” y esto ocasionará que el otro, un día, se aleje.

Esto lo he observado, verificado y comprobado de muchas formas. Intentaré ilustrarlo con algunos ejemplos:

– Hace poco se realizó un evento en Chicago donde Luis Fallas y Alex Dey se presentaron juntos. Yo los conozco. Hubiera podido presentarme y entrar sin pagar taquilla. Opté por pagar el valor de la entrada, ellos se sorprendieron pero les dije: «ustedes me van a dar sus enseñanzas y yo quiero que haya reciprocidad, quiero dar algo a cambio de lo que voy a recibir».

– Tengo una querida amiga que la he estado apoyando en la manera de llevar una relación muy conflictiva con su jefe. Las dos primeras sesiones de coaching le fueron muy útiles. Yo sentí mucha satisfacción con su avance. De hecho insistí para vernos unas dos veces más porque me interesaba. Noté que ella estaba tomando algo de distancia y no se hacía fácil juntarnos para realizarlas. Me atreví a confrontarla y comprobé que estaba apenada porque ella sabe que estas sesiones son costosas y ella no estaba compensándome.

– Recientemente de visita en Paraguay salí con tres personas a cenar y para mi sorpresa, quien estaba en peores condiciones económicas se empeñó en pagar la cuenta. Yo insistí en que no era necesario pero ella alegó que yo le había dado mucho y esa era una forma de agradecerme. A pesar que yo sabía que era un esfuerzo para ella, la dejé para que sintiera que estaba en balance. Pero yo también me dediqué a dejarme regalar. A juicio de ella, yo lo merecía.

– Cada vez que salgo con un amigo cercano resulta ser que siempre hace el paro de querer pagar la cuenta pero nunca saca la cartera. Yo ahora evito salir con él.

– Muchos jefes esperan reciprocidad de sus colaboradores ya que para eso les pagan un salario. Los colaboradores esperan reconocimiento y halago por su trabajo bien hecho. Cuando esto no sucede, la relación está en déficit.

– La reciprocidad también está presente en los actos de generosidad y caridad. Aunque en estos casos no esperas nada a cambio, al menos sientes la satisfacción que te produce la acción. A veces la sola sonrisa de quien recibe es más que suficiente.

Al final, siempre hay alguien que pierde cuando no hay reciprocidad. Al contrario, siempre se gana cuando sí la hay. Desde entonces, he comprendido que es una palabra que me ha traído paz. También me ha traído conciencia de los asuntos de los que debo ocuparme.

¿Cómo estás tú con tu reciprocidad en tus distintas relaciones?, ¿Consideras que estás en balance?, ¿A quién pudieras estarle dando más de lo que te ha dado? Te invito a que reflexiones y me dejes saber lo que te surge.