Seleccionar página

Yo realicé mi sueño de ir al Roraima en enero de 2009 junto a un grupo de compañeros de trabajo y algunos egresados de mis programas de liderazgo. Fueron 8 días de los cuales 3 fueron necesarios para el ascenso, tres en la cima y dos para el descenso. Además necesitamos de dos días más, uno para llegar desde la Caracas y otro para regresar.

No me voy a detener a contarles lo que es el Roraima pero por favor no dejes de buscar en Google si es que no lo conoces. Solo te diré que es la formación rocosa más antigua del mundo. De lo que quiero escribir es sobre una de las tantas anécdotas de ese viaje que me marcó para toda la vida y que en estos tiempos VUCA del 2020 lo traigo mi mente a cada rato. (V.U.C.A. del ingles que quiere decir Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad, Ambigüedad)

El segundo día en la cima hicimos una excursión fabulosa que nos tomó todo el día. Tanto que nos agarró la noche para llegar al campamento. Como todo ese terreno es particularmente rocoso con un paisaje exuberante, nos perdimos en la oscuridad.

Empezamos a preocuparnos aunque Daniel, nuestro guía, trató de calmarnos. Él nos pidió que nos mantuviéramos unidos y nunca perdiéramos de vista su linterna. Él se alejaría de nosotros para explorar el terreno y tratar de encontrar el camino de regreso. Nosotros seguimos caminando tratando de que Daniel no se nos alejara tanto y no perder el contacto con su luz.

Por mi parte, yo tenía mi linterna de cabeza, esa que usan los mineros. Afortunadamente con baterías nuevas. No puedo negar que había susto pero sabíamos que nada nos pasaría, al amanecer encontraríamos el camino. Era lo peor que podía pasar. El problema era el frío y la ropa mojada que llevábamos puesta.

¿A dónde quiero llegar con este relato? Daniel estaba como a 30 metros delante de nosotros. A lo lejos podía ver su luz. Por momentos la perdía pero al acelerar el paso la encontraba de nuevo. Yo no tenía sino que hacer dos cosas, cuidar mis pasos con los tres metros luz que me proporcionaba la linterna y estar pendiente de los 30 metros que orientaban mi destino.

Por eso este escrito se llama “primero 3 para luego 30”. Y es que el verdadero poder lo tengo en la inmediatez, en lo que está pasando en el muy corto plazo, en eso que debo estar cuidando con mi linterna y que es el único espacio donde puedo hacer algo. Debo cuidar cada paso, en aquellas circunstancias, como en las circunstancias actuales del 2020.

Pero además, junto a esa verdad, la experiencia agrega la idea de los 30 metros, es decir, el futuro, el largo plazo. Hoy más que en otros momentos debemos dibujar muy bien el futuro donde viviremos. No me refiero al futuro posible, no a ese futuro que es una proyección del presente. No. A mí ese no me anima. Yo me refiero al futuro que merezco y que no tiene que tener visos de realidad. Ese futuro donde me veo prospero y feliz, llevando la vida que elijo porque la merezco.

Antes de seguir, recordemos siempre que lo que importa no es el Presente ni el Futuro, menos el pasado. Lo verdaderamente importante es el camino, el tránsito, y eso hay que degustarlo.

¿Dónde está la belleza del primero 3 para luego 30? Sencillo, en que hoy debemos tomarnos el tiempo para diseñarlo, fantasearlo, masajearlo, acariciarlo… hasta desearlo. Al tenerlo claro, podrá ayudarnos mucho a encaminar los pasos de hoy en esa dirección. No dejemos que un futuro incierto haga mediocre nuestro presente.

Como lo decía mi maestro eterno, Don Eleazar Grynbal, “Una visión de futuro con pasión, genera succión” y mira que lo he comprobado muchas veces. Y también lo dijo mi hijo Diego cuando declaró a los 11 años que él sería jugador de la NBA “Puede ser que no lo logre, pero mientras tanto me entusiasma desearlo”

Haz ahora tu trabajo y ponte crear en tu mente el futuro que mereces y no le des el poder a este presente inédito que te lo cercene. Además, nos toca aprender a Amar la Incertidumbre

Ya sabes, como siempre, deja tu comentario aquí abajo, que yo mismo los respondo.