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En estos días de mi Venezuela convulsionada se ha hablado tanto de “tolerancia” que me obliga a escribir estas líneas para explicar porque la tan cacareada palabra, no es, desde mi punto de vista, la salida a tan difícil situación.

Me imagino tu cara y tus voces internas cuando me lees con tan tajante afirmación, sobre todo, porque tal vez seas una de esas personas que considere la tolerancia como un valor y virtud. Procedo a explicarme mejor.

Me encontraba un 16 de noviembre trasladándome desde el aeropuerto de la ciudad de Maturin a Caripe donde se desarrollaría uno de mis eventos. Mientras el chofer conducía con suma prudencia por esa vía llena de curvas, yo iba leyendo el periódico local que me prestó el conductor. Recuerdo muy bien que era un día 16 porque ese día se celebraba el día mundial de la Tolerancia. Me llamó la atención y seguí leyendo la nota en la prensa. Allí definía la tolerancia como “la búsqueda de la armonía en medio de la diversidad”. Confieso que me gustó esta definición.

Pasa el tiempo y me encuentro con una cita de Edmund Bruke que dice “Más allá de cierto límite, la tolerancia deja de ser una virtud”. Esta idea también me gustó porque coincidía con esa máxima que dice que nada en exceso es bueno.

Pero la cosa se pone intensa para mí cuando le escuché decir a Rafael Echeverría, durante mi certificación como coach ejecutivo, que la tolerancia no es sana en las relaciones humanas (palabras más, palabras menos). Obviamente pegué un brinco en la silla y levanté la mano para manifestar mi confusión.

Expuse que la ONU decretó el día internacional de la tolerancia y que con ella se buscaba la armonía en la diversidad humana, entonces, ¿Cómo es eso que no es sana para las relaciones humanas?. El profundo y admirado filósofo Echeverría me dio su respuesta que por años me ha dejado pensando y tratando de usarla en mi vida cotidiana llena de relaciones.

No tiene sentido que yo intente en este momento reproducir las palabras que Echeverría pronunciada hace más de 10 años. Sería un atrevimiento. Lo que sí puedo es hablar por mí y hacerme dueño de mis palabras sin escudarme en otro. Lo que si debo es agradecerle a él por provocar tal cambio en mi vida.

Hoy puedo afirmar que Tolerancia es una palabra que poco uso en mi lenguaje. Ella encierra un mensaje perverso más profundo que la búsqueda superficial e ingenua de la armonía.

Para que me entiendas un poco mejor, basta que busques un poco mas allá de las definiciones básicas del término y te adentres en sus orígenes epistemológicos. La palabra tolerancia viene del latín “tolerans” “tolerantis” que quiere decir “soportar, cargar”. El término también está emparentado con el verbo “tollere” y “tálanton” de donde proviene el nombre del titán de la mitología griega Ἄτλας – “Atlas”, quien luego de perder la lucha en la titanomaquía fue castigado para “cargar” o “soportar” el cielo sobre sus hombros.

Como puedes ver, en sus orígenes tiene un significado negativo ya que es una invitación a soportar, a resignarme ya que no hay más remedio que hacerlo, a calarme todo.

En mi pasado fui alguien muy permisivo con asuntos que no debí permitir para no romper con la “armonía”. ¿Armonía para quién?. Tenía que correr mucha agua bajo el puente para darme cuenta que no hay tal armonía suprema que pisotee o deje de lado mis posturas y deseos personales.

Con el tiempo me fui dando cuenta que no tiene sentido ser “amigo” de todo el mundo si para serlo tenía que dejar de ser yo. Es más, ahora valoro tener gente a mi alrededor que discrepa de mis posiciones, adversarios, casi enemigos, porque eso habla que tengo postura propia y principios que defender.

Esto es duro amigo lector, pero encierra un dilema de vida que ya he tratado en otros escritos: “O eres buena gente o eres feliz”.

Lo que si me ha sido muy útil y generador de Paz en mi vida es saber que puedo discrepar de ti sin tolerarte, sin calarte, sin soportarte, pero si respetándote.

El término respeto viene del latín respectus, compuesta por el prefijo “re-” – “de nuevo, nuevamente” y “spectus” proveniente del verbo “specio” – “ver, mirar a”. En su origen en el latín, la palabra respeto significa mirar de nuevo. Por lo tanto, algo que merece una segunda mirada es algo digno de respeto. Es un sentimiento positivo y significa acción o efecto de respetar, aprecio, consideración, deferencia, atención, reconocimiento del valor de una cosa o de una persona.

Para mí el ser humano es sagrado como digna creación de Dios. Desde allí puedo discrepar de las ideas y posturas de alguien pero no de la persona que las emite. Puedo, como decía Voltaire, no estar de acuerdo con lo que dices, pero daría la vida para que tengas la libertad de decirlas.

Entiéndase bien esta idea, puedo discrepar de lo que dices pero no de ti como persona. Como persona te respeto, te valoro e incluso puedo apreciarte. De ti salen ideas, palabras y acciones con las que puedo estar o no de acuerdo. Además me interesa estar en “armonía” contigo y esa armonía surge desde la persona que eres y puedo también no tolerar, soportar, calarme, actitudes y comportamientos que salen de ti.

Puedo respetarte. Dignificar el ser que eres, valorar tu existencia, admirar la obra del creador que hay en ti… pero no me pidas que tolere, permita y soporte lo que haces si eso atenta contra mi y difiere de mi. La armonía no se consigue soportándonos sino respetándonos, porque al soportar o calarme cosas, actitudes, etc, de alguna manera caigo en el irrespeto al ser que soy.

En esta Venezuela herida se habla mucho de tolerancia como la salida a la crisis. Ingenuamente estamos pidiendo que nos soportemos, por eso no funciona. Hay una creciente dignidad en las personas que no les está permitiendo soportar los malos tratos del otro. La tolerancia ha dejado de ser una virtud al haberse traspasado los límites.

Sólo desde el respeto y por lo tanto la aceptación del hecho que el otro es diferente puedo intentar convivir con él, y es más, evitar la guerra y el derramamiento de sangre.

Quienes olvidan la tolerancia y además dejan de lado el respeto, es decir, desconocen el derecho del otro a existir, están caminando por el camino de la guerra para eliminarlo.

El respeto es la salida. Legitimar el derecho al otro de existir como Ser y a tener su particular Hacer. Puedo discreparle, claro que si, lo que no puedo es usar sus mismas armas para combatirlo. Si no me respeta no lo respeto… no, no, no… eso no está bien. Al otro yo lo respeto aunque éste no haga lo mismo. Lo respeto porque es mi decisión respetar a todo Ser hijo de Dios y al hecho de ser hermanos nacidos en una misma tierra.

La convivencia la conseguiremos cuando legitimo tu derecho a existir y a pensar diferente. Puedo discrepar de lo que dices y haces, siendo respetuoso contigo. Es distinto decir: “No estoy de acuerdo contigo” a decir “No estoy de acuerdo con lo que estás diciendo”. Cuando digo que no estoy de acuerdo contigo me estoy metiendo con toda tu persona y eso lleva al otro a defenderse y luchar ante tu amenaza, pero cuando digo que no estoy de acuerdo con lo que estás diciendo, sólo discrepo de la idea, sin meterme con tu persona. Recuerda esta máxima en todo momento: “La Persona es Sagrada”

Déjame tu comentario, sabes que los respondo todos. Es más, puedes discrepar de lo que he escrito, pero por favor, no te metas con mi persona. Así podremos seguir encontrándonos.

Recomiendo leer también en este blog “No quiero ser buena gente”