Seleccionar página

Gran parte del éxito de las personas que asumen vivir desde la plenitud de su liderazgo y poder personal son aquellas que a conciencia se mueven más por convicción que por obligación.

Para muchos, sin darse cuenta, su vida responde a una serie de obligaciones impuestas por otras personas, por las circunstancias, por las tradiciones, y hasta por si mismos. Muchos no viven la vida que quieren vivir. Incluso muchos no se han ni siquiera preguntado cuál es la vida que quisieran vivir. De allí la cantidad de personas que viven en un estado de sin sabor y sobrevivencia continua.

En cambio, las personas de éxito buscan que el máximo de acciones que emprenden en su vida respondan más a sus propios objetivos y se mueven por convicción. Desde esta postura la entrega está llena de entusiasmo y la dedicación es total.

Es obvio que no es lo mismo hacer las cosas por obligación que por convicción.

Sin embargo, en la dinámica diaria hay muchas cosas que tenemos que hacer. Ya de por si, el término “tener” lleva una carga de obligación y el deseo de no hacerlo. Pero hay que hacerlo. Lo que te voy a compartir en este escrito lo aprendí en 1991, hace casi 20 años y con propiedad te puedo decir que más que obvio es sumamente útil para la vida diaria. Sin embargo, para que funcione, como todo, hay que practicarlo e insistir en ello.

El asunto trata de convertir el carácter obligatorio del “tengo que” en una decisión con menos carga de obligatoriedad.

Hay muchísimas cosas que no me agradan hacer, que me molestan y me irritan pero muchas veces es inevitable “tener” que hacerlo. En lo particular ir al supermercado a hacer compras, cargar gasolina al automóvil, llevar la ropa a la tintorería, por usar algunas tareas domésticas. Lo mismo aplica a cualquier cantidad de cosas medulares de mi actividad profesional que tienen un alto impacto en los resultados y que son agregadores de valor… pero no me gustan!!!

El propósito es convertir esas desgastantes actividades quitándole la percepción de desagradable por otra de mayor proactividad. Seguirán siendo desagradables pero mi disposición será otra.

El truco es el siguiente. Es un diálogo conmigo mismo donde dejo en blanco los espacios a ser llenados según el caso. Veamos:

Tengo que _________________ lo cual no me agrada porque __________________
pero si no lo hago ________________________ por lo tanto ___________________

Pongamos un ejemplo: Tengo que __ir al automercado a hacer compras__ lo cual no me agrada porque __pierdo tiempo, hay que seleccionar entre un producto y otro, hay que administrar un presupuesto, hay que hacer fila para pagar, _pero si no lo hago __no estaré abastecido en la casa y tendré que arreglármelas con lo poco que hay_ por lo tanto __DECIDO ir al automercado__

Fíjate bien como funciona: cuando las consecuencias de no hacer algo son mayores que las razones que te desagradan es obvio que es mejor hacerlo. De esta manera el “tengo que” deja de serlo y se convierte en una decisión. La carga de obligatoriedad queda disminuida si la conviertes en una decisión.

Te pido que lo practiques aunque pueda parecer obvio, pero el efecto energético y emocional de tomar la decisión es muchísimo más poderoso que la desgastante sensación del “tengo que”. Esta disposición te da un impulso hacia adelante, hacia el éxito.

El ganador se adueña de su madurez. Eso implica decidir, elegir, escoger. Todo lo que se decide, se elige y se escoge es nuestro y nos pertenece. Deja de ser una obligación y ahora tiene más de convicción y convencimiento. Espero que te sea de tanta utilidad como lo ha sido para mi.

¿Qué te parece? Déjame tu comentario.