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NY

Él se llama Wilson. Hoy día posee una cadena de supermercados en New York. Su historia es fascinante y por eso quiero contártela.

Salió de su país Ecuador siendo un joven de 16 años con muy pocos estudios. Tuvo que recorrer toda Colombia, Centroamérica y México para entrar ilegalmente a los Estados Unidos. Describir su odisea de la mano de los «coyotes» tomaría muchas páginas por los detalles de sus aventuras y penurias que me estremecieron mientras las relataba. Solo pasar por eso ya merecía toda mi admiración.

Yo no podía creerlo, me estaba tomando un whisky Etiqueta Azul con ese personaje. Apenas logró atravesar el Río Negro y entrar a los Estados Unidos fue atrapado por la policía de inmigración y llevado preso a un retén de menores donde pasó 45 días. ¿Te imaginas a un muchacho pasando por eso? ¡Que experiencia!

Me cuenta que lo trataron muy bien, pudo comer para recuperar el peso perdido y estudió intensamente inglés ya que estaba allí sin otra cosa que hacer mientras se resolvía su deportación.

Gracias a unos amigos lograron dar con una familia ecuatoriana que lleva su mismo apellido y lograron sacarlo al reclamarlo como un hermano menor de la familia. Es así como Wilson inesperadamente llega a New York.

Comienza a trabajar en un mercado con el firme propósito de reunir dinero para enviarle a su familia en Ecuador. Con su juventud, dedicación, decisión y esfuerzo llega a los cinco años a ser el gerente de ese establecimiento. Había ahorrado lo suficiente para traer a Estados Unidos a sus otros dos hermanos menores por la misma vía en la que él entró.

Como ya conocía el oficio, entró a trabajar a un supermercado más grande y por siete años se fijó en los pormenores de la operación. No teniendo muchas habilidades académicas de estudio logró adquirir mucha experiencia práctica hasta que decidió con sus hermanos montar su propio negocio. Se enteró que un pequeño local estaba disponible y concretó el negocio dando 500 dólares de depósito de garantía mientras reunía el resto del dinero pidiendo prestado.

Ese mismo día le dijo a su jefe que renunciaba para dedicarse a su negocio propio y el jefe lo desanimó pues no quería perder a uno de sus mejores empleados. Le dijo que él era muy grande y valioso para manejar un local tan pequeño. Tenía razón, Wilson deshizo el negocio y perdió sus únicos 500 dólares que había dado en garantía. Sin saberlo, el jefe le hizo un gran favor… lo puso a pensar en grande. Y apenas encontró un local con espacio suficiente para crecer y crecer, se volvió a endeudar y ahora si renunció.

Junto a sus hermanos y esposas que conocieron en el mismo ambiente de trabajo, se dedicaron a remodelarlo y con la experiencia y contactos que tenía acumulada, Wilson abrió su primera tienda a los tres meses.

Fueron muy difíciles los primeros tiempos mientras el público se enamoraba de las diferencias que él introducía para captar clientes. Hoy día Wilson lleva siete tiendas abiertas con la complicidad de hermanos, primos, cuñados y demás familiares y amigos que ha ido involucrando. Hoy día, yo estoy tomándome un Etiqueta Azul con Wilson en su hermosa casa.

¿Cómo conozco a Wilson?

Hace unos meses estaba en República Dominicana dirigiendo el PIDG Programa Internacional de Desarrollo Gerencial y se me acerca un señor callado, diría sumiso, tímido, callado, respetuoso, con su serenidad y rasgos de indígena latino ecuatoriano, y me dice: «Estoy haciendo realidad un sueño, quería conocerlo en persona». Era Wilson.

Me cuenta que desde hacía tiempo sabía de mi trabajo, había comprado la biblioteca digital de formación que tengo en www.Liderazgoyexito.com y había visto y escuchado mis audios y videos. Me cuenta que con sus hermanos han estado estudiando mucho y por eso estaba en Dominicana haciendo el Programa. Wilson, junto a sus gerentes de tienda estaban formándose.

Su aspiración era abrir dos nuevas tiendas muy pronto y no tenía más familiares y personas de confianza. Tenía que formarlas y crear un equipo gerencial del tamaño de sus deseos. Sabía que su crecimiento también estaba limitado por no tener suficiente preparación en gerencia y liderazgo. A los días estaba en Jarabacoa participando en el Programa Internacional de Liderazgo e Influencia nivel uno y a los meses volvió para hacer el nivel dos.

Se le abrió un mundo de conocimiento que necesitaba procesar mejor. Era mucho para lo que cualquier humano podía recibir en poco tiempo y yo por mi parte, fascinado al ver su entusiasmo por aprender. Luego paso lo que tenía que pasar: me invito a trabajar en NY con toda su gente y que lo acompañe a título personal en su desarrollo.

Así aterricé en su casa y en sus tiendas. Pasé, junto con Elizabeth, una semana de coaching y formación con un equipo de trabajo hambriento de conocimiento. Esos personajes del campo ecuatoriano nos cautivaron. Su ingenuidad y sed nos «succionaron» todo lo que podíamos entregarles. Nos pidieron que les corrigiéramos el español y hasta los modales porque ellos quieren empezar a juntarse con los grandes del ramo. Quieren preparase aún más y los vamos a acompañar.

Una noche, mientras hacíamos una carne asada a la orilla de la piscina, su hermano menor Orlando dijo: «quien iba a pensar que aquel señor de los videos con quien aprendimos mucho iba a estar sentado aquí un día como hoy» y yo le respondí, «quien iba a pensar que aquellos “calladitos” que conocí en Dominicana me iban a fascinar tanto por lo que son para terminar yo aquí en su casa”.

Nos tomamos el whisky y acordamos que estaría allí haciéndoles seguimiento cada dos meses. Hicimos un plan de trabajo y lo van cumpliendo a la perfección.

Finalmente, yo no sé quien enseña a quien. Se supone que el «gurú» soy yo pero las lecciones de grandeza, humildad, fuerza, decisión, tenacidad, solidaridad y amor las recibí de ellos.

A Wilson lo veo de nuevo este mes. Va a repetir el Programa Internacional de Liderazgo e Influencia que se realizará en Panamá y quiere llevar a su hermano y cuñada que no lo han hecho.  Si quieres conocer al Wilson, la fecha es 29, 30 de septiembre y 1 de Octubre en el hotel Miramar en Ciudad de Panamá. Escribe a kinemaconsulting@gmail.com para tener más detalles.

Así como lo cuento todo parece muy fácil. Cualquiera puede irse a Nueva York y montar una cadena de supermercados. Todo el mundo tiene el deseo pero pocos se mueven. Wilson lo hizo y ahora le toca lo más difícil, mantenerse, sostenerse, y asegurar la continuidad de sus negocios en manos de gente confiable y dispuesta a prestar un buen servicio para dejar en alto la dignidad de los latinos en Estados Unidos.

Wilson, Patricio, Luis, Orlando… cuatro hermanos en NY que me rompieron los esquemas y espero que también a ti.  ¿Lo hicieron? Cuéntame, sabes que contesto todos los comentarios yo mismo.