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Mucha gente se alarma y pone cara de sorpresa cuando menciono en mis conferencias que mi gran recomendación es que no estudien más. Sí, no hace falta estudiar más. Puedo ver a diario en mis amigos la preocupación porque sus hijos no estudian todo lo que deberían estar estudiando. Veo adultos que van, después de la jornada laboral, a la universidad a sacar algún diplomado o maestría para acumular más títulos de estudios académicos.

Veo gente que no para de estudiar y jamás se siente lista porque tiene que seguir preparándose. Esa es la excusa perfecta para no tener resultados. “Es que todavía me estoy preparando”, dicen. A todos ellos les digo… no estudien más.

También en mis conferencias he dicho, y no me da pena en lo más mínimo, que en los últimos 5 o 6 años no me he leído un libro nuevo completo. Para muchos, eso es una aberración pues la gente cree que por mi posición y conocimientos, yo debo ser un gran lector.

Reconozco que a mí no me importa tanto estar a la moda, mostrarme erudito y actualizado al hacer mención de los libros del momento y los autores que han salido con nuevas teorías. Sé que frente a algunos colegas quedo muy mal, porque ellos mencionan a unos autores que yo no tengo ni idea de quienes son.

En mi equipo de trabajo he tenido grandes e inteligentes profesionales que se leían un libro por fin de semana y otro durante la semana. Yo no sé como hacían. ¿Eran más inteligentes que yo?, a veces me lo hacían sentir. Es más, eran capaces de recitar capítulos enteros y dar un gran discurso sobre el contenido de cada libro. Su brillantez me abrumaba.

Para aprender de ellos, les pedía con frecuencia que me contaran de sus recientes lecturas y trataba de hacer análisis e integración de esas ideas. Preguntaba y cuestionaba. Reflexionaba y compartía mi visión de lo que escuchaba.

La verdad es que me maravillaba ante tanta memoria retentiva que exhibían. Eran capaces de leer 8 libros al mes… Inclusive hasta más.

A veces me sentía retado y trataba de igualarlos. No podía, sencillamente no podía. Bastaba que yo tomara un libro y a las dos páginas tenía que soltarlo porque habían unas ideas fabulosas que ameritaban ser meditadas serenamente. Suele sucederme que al encontrarlas, cierro el libro y me quedo observándome. ¿Qué tiene que ver esa idea conmigo? ¿Cuándo puedo yo usar ese mensaje? ¿En que oportunidad mis resultados se han visto afectados por esa idea?… Y así puedo pasar horas.

Claro, se me iba el fin de semana y a lo mejor leí sólo 20 páginas. ¿Será que yo soy lento para entender los mensajes profundos que hay en un libro? No podía explicarme como alguien puede pasar hojas y más hojas, sin detenerse a procesar lo leído. En varias ocasiones caí en la tentación de llegar al final del libro. Era como que me dijera a mí mismo: “Más importante que aprender es llegar al final y poder decir que te lo leíste todo en tres días”. Esa carrera me llevó al estrés de tener que leer por leer.

Con el tiempo me sinceré. Es muy fácil leer y no aprender. Lo comprendí mucho más claro al ver a mis hijos estudiando. Pasaban horas tratando de memorizar textos y “pagando penitencia” haciendo el paro de estar “estudiando”. ¿Tanto esfuerzo para qué?

¿Qué es lo verdaderamente importante? No estoy hablando mal sobre leer y estudiar. Es bueno que aclare eso. Yo no estoy diciendo que no leas ni estudies, lo que me parece lamentable es que leas y estudies sin reflexionar y sin aprender.

Retomando el tema de mi dedicación a la lectura, dije al principio de este escrito que tengo años sin leer un libro nuevo completo… “nuevo” “completo”. Y menos aún, de una sola sentada. Algo que estoy haciendo es leer libros básicos, libros clásicos, libros que ya he leído. Libros que me han marcado, que aunque ya los haya leído, su relectura es más rica aún.

He entendido que para mí es más importante estar constantemente aprendiendo y no necesariamente adquiriendo contenido nuevo y hasta exótico para demostrar que yo sé mucho y que estoy “actualizado”. Sabes, estoy cada vez menos viviendo de la apariencia y tratando de impresionar a otros. Ya no quiero estar luciéndome con cuanto libro estoy leyendo, ni ando por ahí citando autores.

Lo que sí estoy disfrutando es de esas lecturas de libros ya degustados, que ya he leído, que los abro en cualquier parte y me dejo sorprender.

Es muy fácil leer y estudiar. Lo difícil es aprender. Te digo: ¡no estudies más, aprende!. APRENDE, porque estudiar es una cosa y aprender es otra. Ya no tengo que ir a buscar “sólo” en los libros el conocimiento que necesito. Lo que quiero es abrir mi corazón, declararme ignorante activo, y aprender de lo que me está pasando.

Es ese proceso de observar, reflexionar, pillarme y ver en la acción cotidiana todas las lecciones que ella encierra. Para comprenderlas mejor y comprenderme mejor, están los libros. En ellos puedo encontrar los elementos para esa comprensión. Eso es aprender.

Leer por leer no es el secreto del éxito, no, es el aprender.

Vale también una importante aclaratoria. Dije que en los últimos años no he leído libros nuevos completos, pero no tienes idea la cantidad de libros que si leí en el pasado. Y creo que leí de más. Es sumamente importante leer, leer para aprender.

Lee mucho y reflexiona mucho sobre lo que lees. No te aprendas un discurso, no te aprendas una lectura. Apre-ende, es decir, atrapa, interpreta, reflexiona, haz toma de conciencia de lo que debes hacer distinto y, con paciencia, emprende el camino de tu evolución.

Para este nuevo año 2014, proponte leer y estudiar, aprender mucho, ampliar tu capacidad de respuesta, aprende a conocerte a ti mismo, a manejar tus emociones, y sobre todo, dedica tiempo a clarificar los resultados que quieres obtener en la vida. ¿Cuál es la vida que quieres estar viviendo?. Luego, elije aprender los que necesitas para ir hacia ella.

¿Que piensas de lo que leíste?. Déjame tu comentario. Me interesa. Sabes que los respondo todos.