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Con frecuencia amarramos el amor a un sentimiento hacia algo o alguien. Eso está bien, pero es insuficiente.

El amor tiene una connotación más amplia. El amor es también “vivir”. Es un estado que honra la existencia, la única posibilidad que tenemos de vivir la vida plenamente. Es un desafío constante que nos permite maravillarnos del simple hecho de estar vivos. Esa es la gran diferencia entre estar vivo y estar “viviendo”.

Conozco muchísima gente que está viva… porque no se ha muerto. Muchísima gente que no le queda más remedio que seguir adelante en sus días, porque su corazón está latiendo aún. Gente que se levanta a diario y carga a cuesta con esa inevitable realidad. Allí podemos sentir la ausencia del amor, del amor a la vida y el amor que la vida nos ofrece.

La ausencia del amor es la presencia del miedo. Esto ya lo he desarrollado en otros escritos, pero me detengo sólo a decir que la calidad de vida está determinada por la cabida que le damos al amor en nuestra vida. Vivir es amar. Sufrir, sacrificarse, odiar, temer, entre otras, son formas de miedo donde hemos dejado de lado el amor.

Cuando limitamos el amor a un sentimiento que experimentamos por algo o alguien, dejamos de ver esta posibilidad aún más amplia. Dejamos de sentir su presencia en nuestra vida y damos espacio al “no amor” es decir, al miedo y sus manifestaciones de dolor desbastador.

¿Es que acaso hay un dolor que no sea desbastador?, ¿Es que es posible sentir amor en eso que nos duele?, ¿Es que acaso el amor se manifiesta de forma dolorosa?, preguntas interesantes que tienen una respuesta afirmativa. Si. Si es posible experimentar el amor que encierra los momentos de dolor.

Ya se ha dicho muchas veces: “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”. La vida nos obliga a experimentar momentos de dolor y corresponde a cada quien agregarle ese sufrimiento, que no es otra cosa que ese componente “mental” que construimos a partir del dolor. Cuando hablo del dolor desbastador estoy hablando del sufrimiento.

El amor lo vemos cursi y simplista cuando lo asociamos a sólo momentos dulces, románticos y llenos de alegría. Si esto fuera verdad, el amor estaría fuera de nuestras vidas con muchísima frecuencia.

Estamos en esta existencia para experimentar el amor y también el dolor, tanto el que damos como el que recibimos. Así como experimentar el amor que se esconde en el dolor. Ya lo decía El Principito en su diálogo con la Rosa: “Debo soportar algunos gusanos si quiero disfrutar de las mariposas” (Antoine de Saint-Exupéry).

Un ejemplo presente en la cotidianidad tiene que ver con las “famosas” dietas que hacemos para conservar figura y salud. Sólo cuando llego a amar mi cuerpo y mi vida, puedo vivir el “dolor” de decirle NO a ciertas comidas tentadoras productoras de un placer inmediato pero enemigas de la salud que amo.

Todo lo que nos pasa en la vida tiene un “para qué” y viene a transformarnos. Todo lo que nos pasa nos fortalece. Ya bien sea que lo juzgues de bueno o malo, de agradable o desagradable, de feo o bonito. Ese calificativo se lo pones tú y habla de ti. Yo he aprendido con el tiempo que nada es bueno o malo, sólo es.

Hay un sabio mensaje en el refranario popular que siempre me acompaña: “No hay MAL que por BIEN no venga”. Desde el pensamiento ganador y desde mi auto imagen de “merecedor” de todo lo bueno, busco sacar el lado bueno de todo lo que me sucede, aunque sea doloroso. Esa es una elección personal. Por ahora quiero concentrarme en el amor que se esconde en todos los acontecimientos.

En algún momento leí en twitter que “Dios te ama tanto que quiere que seas fuerte y para eso te manda los problemas”. Estoy completamente de acuerdo. Te pregunto: Cuándo estás tranquilo, en Paz, sin líos, ¿Aprendes? ¿Te fortaleces? Claro que no.

Nos fortalecemos, aprendemos, nos transformamos, evolucionamos, en los momentos difíciles y hasta dolorosos. Es allí donde nos habilitamos para vivir con plenitud porque desarrollamos el coraje y gallardía para enfrentar las inevitables circunstancias de la vida con entereza y sin evasiones.

Ya lo decía Ron Hubbard: «Las personas prosperan, extrañamente más, sólo cuando hay desafíos en su medio ambiente». Y esos desafíos no son más que retos, dificultades, crisis, adversidades, problemas, incertidumbres.

Paradójicamente queremos vivir la vida sin estos líos y no entendemos que forman parte inevitable de lo cotidiano. Sólo cuando terminamos de entenderlo, podemos ver su inmensa profundidad.

El amor no siempre es cursi. El amor también está presente en todo lo que te transforma y te hace aprender. El amor está presente en lo que te fortalece y prepara para la vida. Por ejemplo, cuando por amor aplico disciplina a mis hijos, para ellos es una calamidad en el momento, pero lo fortalece. Ese es un amor no visible, no cursi, pero es Amor.

Las calamidades te fortalecen. Si las calamidades te fortalecen ellas encierran actos de amor. No estoy diciendo que salgas a buscar los líos y problemas para fortalecerte. Suficiente con los que llegan solos y forman parte de tus días. A lo que te quiero invitar es a ver lo que cada una de esas circunstancias encierran dentro de sí, para ti. Y cuando dejas de verlo como una desgracia y comienzas a ver el amor que la vida te está entregando, podrás progresar y fortalecerte.

A mí me ha tocado vivir muchísimos momentos dolorosos que hubiera preferido nunca pasar por ellos. Hoy me detengo y veo los grandes aportes que me han dejado. Hoy me reconcilio con ellos y con sus actores. Hoy puedo perdonar y perdonarme. Hoy puedo ver la inmensidad de beneficios que me dejaron y el sufrimiento innecesario al que me he sometido.

Hoy soy mejor gracias a esas circunstancias y a lo que decidí hacer con ellas; puedo valorar las lecciones que me han dejado; también sé que vivo con mayor plenitud por la fortaleza que llevo conmigo y he podido “disfrutar” de los “para qué” me sucedieron.

Hoy sé que puedo decirle a las adversidades, bienvenida seas, puedo elegir ver en lo difícil, la máscara que encierra una bendición. Hoy puedo decirle a la dificultad: aquí estoy, listo para aprender de ti y salir fortalecido; no me gusta que hayas llegado, me sacas del confort y me obligas a moverme, pero, ya que llegaste, me encuentras y te digo: bendita seas.

Por eso digo que el amor no siempre es cursi. Todo lo que sucede, te ama. Todo lo que te transforma, te ama. Todo lo que te fortalece, te ama. Y me siento merecedor de una vida llena de amor porque es la única manera de honrar la creación y al creador.

Estas afirmaciones han cambiado por completo mi manera de andar viviendo. Desde allí puedo edificarme y ser una posibilidad útil, llena de seguridad y confianza para servir a otros. Espero que te sirva a ti también.

PD: Una última consideración: Cuando asumas con entereza que el dolor es inevitable y que te fortalecen las adversidades, estarás mucho mejor preparado para asumir esas crisis que te tocan crear para salir de esas comodidades miserables que soportas para evitar el dolor. A veces nos calamos realidades mediocres, bien sea relaciones, trabajos, lugares, por no doler y por no experimentar el amor por nosotros mismos. (Es duro, ¿cierto?, muy duro)

Déjame tu comentario, sabes que los respondo todos.