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En el año 1991, la persona que más estaba ejerciendo una influencia en mí, era Ricardo Márquez. Yo lo contraté para atender unos proyectos nuevos para los cuales no estábamos preparados en la empresa. Aunque pudiera decirse que yo era su “jefe”, él mandaba sobre mí. Su forma de ser tan auténtica y honesta, su sabiduría, su espiritualidad, su congruencia de vida, su generosidad, y sobre todo, el afecto que me profesaba, lo hacía una inspiración. Yo quería ser como Ricardo, me encantaba trabajar con él. Aprendía muchísimo y yo lo consideraba mi maestro.

Para mí, era un ser tan evolucionado que dudo que en toda mi existencia yo llegue a parecérmele. Dudo que en esta vida, alguien pueda haber sentido por mí la admiración que yo sentía por él. Y comento esto sólo por la idea que yo tenía de querer ser como él.

Para esos tiempos, el día de mi cumpleaños Ricardo me regala un libro con dedicatoria y todo, donde me dice que después de la Biblia ése es el libro que más lo ha marcado. Su libro favorito. “Waoooo”, -me dije yo. En ese libro estaban los secretos de Ricardo. Yo pensaba que al leerlo, yo podría aprender a ser como Ricardo, o al menos saber algunas de las cosas que él sabía.

Acepté el libro no como un regalo cualquiera. Sin haberlo abierto y sin haber leído una sola página, ya lo consideraba un tesoro. Era mío.

Esa noche cuando estuve a solas, tomé el libro y me dispuse a iniciar la lectura. Confieso que aún recuerdo la emoción. A mi mente venía la expresión de Ricardo: “después de la Biblia era su libro preferido”. Con una recomendación como esa, viniendo de la persona que más estaba influyendo en mi vida yo no podía sino reverenciar ese momento tan privilegiado. Con una calma ceremoniosa, inicio la lectura del libro.

¡Qué decepción!… por minutos leía y leía, y yo no entendía nada, era un libro muy raro, usaba términos de la India, religiosos, místicos. Se refería a lugares y personas que yo no conocía. Lograba darme cuenta que hablaba de asuntos relativos al desarrollo humano inspirados en la vida de un señor muy famoso y, quien escribía el libro era uno de sus discípulos. En síntesis yo estaba desconcertado.

Lo primero que me vino a la mente es que era una broma de Ricardo. Estaba jugando conmigo para ver mi reacción. Si al día siguiente le decía que era fantástico, se daría cuenta que yo estaba mintiendo. Si le decía que no entendí nada del libro, yo podía quedar como inadecuado, insuficiente, básico, ignorante, inculto. Confieso que no sabía qué hacer.

Mi conclusión es: que ese libro era bien MALO. No pude pasar de unas 10 páginas. Lo cerré. Por varios días intenté volver a leerlo y mi sensación era la misma: Libro MALO. Esos mismos días fueron los que intenté no cruzarme con Ricardo y evité por todos los medios encontrármelo, ya que no quería hablarle sobre el libro.

Logré mi propósito: el libro quedó en el olvido. Nunca más volvimos a hablar de él, continuamos con nuestras maravillosas vidas, y el libro nunca salió a relucir. Conociéndolo, pienso que evitó hablar de él para no comprometerme. Eso me confirmó que no fue una broma de su parte. Es más, en algunas conversaciones y charlas, él hacía mención a extractos del libro. Con el tiempo pude confirmar que para él era un gran libro de verdad, verdad!.

Repetidas veces tomé de nuevo el libro para leerlo. En cada uno de mis cumpleaños tomaba el libro y mi sensación era la misma: libro MALO. Por varios años seguí insistiendo. Lo abría y no pasaba de las mismas 10 páginas: Libro MALO. Y así quedó en el olvido.

Pasaron como 15 años que en unas de mis mudanzas lo tomé de nuevo. Estaba haciendo limpieza de libros y abrir espacio para otros nuevos, cuando éste apareció. Estaba amarillento, los años le habían pasado. Le quité el polvo mientras recordaba a mi querido amigo Ricardo. Tenía años que no sabía de él después que se fue a vivir a Estados Unidos. Pensé que una de las maneras de honrar lo que él significó para mi, era abrir de nuevo el libro. Comencé a leerlo y quedé maravillado, no podía soltarlo. Que libro tan BUENO. Los personajes eran interesantísimos, así como los diálogos. Dejé de hacer lo que estaba haciendo para dejarme atrapar por sus páginas. Pasaba una y otra, y no podía dejar de exclamar: Qué libro tan BUENO!

Termino diciéndote que ahora es uno de mis libros preferidos. Muchas veces recurro a él y diría que es unos de los que más veces he leído.

¿Y entonces? ¿El libro era MALO o era BUENO?. Si era el mismo libro de hace años al que no se le ha modificado ni una sola letra, ¿cómo que ahora es bueno?. Si el libro no ha cambiado ¿qué es lo que cambió?.

Está claro que quien cambió fui yo. Al cambiar yo, todo cambia a mi alrededor.

A partir de este caso, yo ya no me atrevo a usar los absolutismos y afirmar que algo es bueno o malo, si algo es bonito o feo, si una comida es sabrosa o maluca. Ni siquiera si hace frío o calor.

Me explico mejor porque creo que debes estar frunciendo el ceño 🙂 Lo que he aprendido es que los juicios y/u opiniones que yo emito hablan de mi persona y no del objeto o situación en cuestión. El libro es el libro y será bueno o malo dependiendo del sujeto que lo observa. A veces hace frío para mi pareja cuando yo estoy acalorado. Una comida que me dieron a probar hace días a mi no me gustó pero para los dueños de la casa es su preferida.

Usando este aprendizaje puedo andar por la vida sin hacer daño calificando a alguien de antipático o feo. Una cosa es lo que es y otro asunto es como esa cosa se relaciona conmigo y mis gustos. Yo ahora prefiero hacer referencia a mi opinión personal del momento y no hacerlas universales aplicables a todo y todos.

“Esa muchacha si es fea”. Eso no me lo oirás decir a mí. “Él siempre dice mentiras” “Le encanta llegar tarde” “Esa película si es aburrida”; podemos dar OPINIONES y como por ejemplo comentar “Desde mi punto de vista esa película es aburrida” “Yo pienso que ese señor suele llegar tarde”. Puede que algo no te guste pero para otro puede ser agradable. Eso está bien, el problema es cuando de eso yo trato de imponerle a otros que eso es malo o bueno. Lo que no está bien es que yo intente hacer de mi opinión o juicio, una afirmación absoluta.

Recuerda, lo que ayer puede no haberte gustado, te puede gustar luego y no porque el objeto haya cambiado. Es que tú cambiaste. Cuidado con los juicios que le impones a los demás. Cuidado con las opiniones que te haces de los demás. Recuerda que una cosa es el objeto y otra el cómo tú lo ves.

Recuerda que los juicios hablan de ti. Si te quieres conocer mejor, observa como hablas. Así mismo, recuerda tener cuidado con lo que te dices de ti mismo.

Mi recomendación después de esta lectura, busca leer de nuevo un libro que no te gustara, una película que te pareciera mala o probar de nuevo una comida que ya no has vuelto a comer porque no te agradaba.

Y para terminar, dime si este escrito te pareció Bueno o Malo. Yo sabré entenderte. Si te gustó o no recuerda que es solo TU percepción en este momento. Este escrito no es ni bueno ni malo, eso depende de ti. Para mí, este escrito y su mensaje central es buenísimo… estoy claro que no tiene que serlo para todos, que puede no gustarle a muchos y a otros sí, que para algunas personas será una lectura de reflexión y crecimiento mientras que para otras puede provocar una sensación de que perdieron su tiempo leyéndolo. Y eso está bien. Cada quien es un observador del mundo diferente, desde sus vivencias, experiencias, herencias, somos diversos.

Por lo tanto puedo vivir con la diversidad que hay en mí y a mi alrededor. Por eso puedo vivir con lo diferente. Por eso puedo leer tu comentario y respondértelo. Sabes que los contesto todos.