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Cuando digo que quiero ser más estúpido en mi vida lo digo muy en serio. Imagino que eso te debe estar sonando muy extraño. Pensarás, como muchos, por mis anteriores escritos que me debo estar volviendo loco ¡pues no!. Te aseguro que estoy muy cuerdo. Es más, espero que cuando llegues al final de este escrito te sumes a mi cruzada en pro de la estupidez.

Tanto tú como yo hemos estado acostumbrados a usar la palabra “estúpido” como ofensa. De hecho, el uso popularizado de la estupidez como insulto se ha arraigado de tal manera que pensadores famosos y hasta la Real Academia Española así lo define: “Torpeza y lentitud notable en comprender las cosas”.

Wikipedia lo menciona como «el adjetivo referido a la persona de inteligencia escasa. Se usa como sinónimo de menso, lerdo, tarado, idiota, hijo de burro, animal, boludo, lelo, imbécil, gafo, etc…»

El mismo Albert Einstein dijo “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”.

Anatole France se refirió así: “el estúpido es peor que el malo, porque el malo descansa de vez en cuando pero el estúpido jamás”.

En uno de sus escritos Leonardo Da Vinci afirmó “Si Dios existe, le voy a pedir cuentas de lo absurdo de la vida, del dolor, de la muerte, de haber dado a unos la razón y a otros la estupidez”.

Un antiguo pensamiento popular dice que los estúpidos usan la cabeza sólo para llevar el cabello.

En fin, la estupidez se ha difundido como esa característica irritante que comparten los lerdos, lentos, imbéciles, necios, listillos y torpes (sí, todos esos y más).

De nuevo te imagino sorprendido ante mi declaración de que quiero ser más estúpido de lo que soy con semejante argumentación que no le hace ningún favor a la estupidez.

Creo que es momento que comience a explicarte. Curioseando por internet y buscando sobre el origen de las palabras me encontré que la palabra estúpido viene del latín stúpeo, stupere, stúpui, que significa sentir estupor, quedar maravillado. ¿Qué tal?

De hecho, comparte la misma raíz etimológica de las palabras “estupendo” y “estupefacto”. Significa quedar atónito, pasmado, maravillado, desconcertado, sorprendido, patidifuso, boquiabierto. Estupefacto es el que está sorprendido por algo poco habitual y denota desconcierto o sorpresa.

Estupendo es algo admirable, muy bueno, asombroso. Que destaca por sus cualidades muy buenas o extraordinarias, excelente, magnífico.

Incluso la palabra “estupefaciente” (droga) es definida como una sustancia que produce una sensación placentera de relajación, comparte la misma raíz del latín.

Es curioso ¿Cierto?

Entonces, la estupidez merecería figurar entre las virtudes humanas; pero alguien la colocó en la lista de los defectos, y ahí se quedó.

Al parecer fueron los mismos romanos los que asignaron valor despectivo a esta palabra, porque fueron ellos los que consideraron que no era bueno dar a conocer nuestros sentimientos y emociones.

Y es que me imagino que la cara de maravillamiento y sorpresa que pone la gente ante lo estupendo que lo deja estupefacto, cara de estúpido, es la misma cara que pone un tonto, un bobo.

Quiero en mi vida dejarme llevar más por la cara de estúpido que por la cara de inteligente. Esa ya la he ensayado y usado mucho en mis días. Ahora quiero andar por los días viendo las maravillas que me rodean, dejándome afectar, contemplándolas, maravillándome, y poner con la mayor de las libertades mi cara de estúpido.

Quiero dejar de ser sólo inteligente. Quiero correr el riesgo de ser llamado bobo al poner mi cara de estúpido cuando vea un hermoso atardecer. Quiero ser un estúpido cuando vea las sonrisas en los rostros de mis hijos. Quiero ser un estúpido cuando vea un buen desempeño en mis empleados. Quiero ser un estúpido cuando vea en cada persona el milagro que es.

Estoy rodeado de cualquier cantidad de maravillas que pasan a mi lado y no las veo ni me dejo emocionar para evitar parecer estúpido. Allá los romanos antiguos que no querían mostrar sus emociones. Hoy declaro que quiero despertar en mí la capacidad de sorprenderme por las pequeñas cosas, las pequeñas maravillas, los pequeños milagros.

Y la estupidez pasa a ser uno de los atributos que todo líder y gerente debe desarrollar para dirigir a su gente y sus equipos. Dar las gracias con cara de estúpido. Entregar un reconocimiento con cara de estúpido. Asignar una tarea con la confianza en que se hará bien porque puede ver, desde la estupidez, las capacidades de sus colaboradores.

Definitivamente, la estupidez abre la puerta emocional que nos permite estar con el otro, reverenciarlo, dignificarlo, engrandecerlo, admirarlo… y eso hacen los líderes.

Quiero ser un grandísimo estúpido y a mucha honra. Hacemos falta los estúpidos para emocionar la vida de otros. Cada vez debemos ser más. ¿Me acompañas en esta cruzada?. Yo doy el primer paso.

Anda, déjame tu comentario. Sabes que los respondo todos.