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Voy en el avión que me lleva a Perú para hacer conexión con Paraguay donde estaré dirigiendo el Foro de Liderazgo el próximo lunes. En el avión ya casi todos duermen y la película que proyectan no es de mi interés. Surge la pregunta que casi siempre me hago en situaciones como ésta: ¿Cuál es el mejor uso de mi tiempo ahora?. Hacer nada, dormir, simplemente oír música, leer… hay tantas cosas. Pero lo que realmente surgió con fuerza, fue escribir mi reciente experiencia.

Vengo de República Dominicana donde estaba haciendo coaching ejecutivo en una prestigiosa empresa, que desde hace algunos años acompaño. Me encanta ver como cada vez hay más directivos conscientes que necesitan revisar la manera cómo están haciendo las cosas y sobre todo, pedir la mirada prestada de una persona para que los observe, les muestre posibilidades y los confronte con aquello que les cuesta ver.

Una de las sesiones más ricas que tuve en este viaje, fue con una joven y brillante directora de ventas en donde su esfuerzo principal lo está enfocando en aprender a escuchar a su personal.

A principios de año, ella junto a otros directores de la empresa, se prestaron para una evaluación 360 grados. En los resultados salió reflejado una fuerte debilidad para escuchar y se desprendía casi un reclamo de su gente por sentir que sus ideas no son tomadas en cuenta.

Mientras revisábamos el reporte de la evaluación, ella se sorprendía del peso que tenía ese aspecto. Recuerdo que me dijo que “estábamos muy grandotes para aprender a escuchar”, “si no lo hiciéramos bien, no estaríamos donde estamos”. No es fácil llegar a puestos de dirección sin una buena escucha. Mary Fernández, mi amiga y compañera por más de 20 años en FORJA Consultores, publicó un interesante artículo que vale la pena leer sobre la Escucha Gerencial.

Siguiendo con mi sesión de coaching, ella consideraba que era buena gerente y éso era una verdad. Yo le creí su verdad. Sin embargo, la desafié a que se observara por un mes cómo está haciendo su escucha. Le pedí que observara adultamente cuáles eran sus pensamientos mientras estaba reunida con sus gerentes. Le pedí que sólo concentráramos el ejercicio en las cuatro personas que le reportan directamente. ¿Qué te pasa por la mente mientras el otro habla?… y lo anotas en tu libreta. La idea es que en nuestra próxima reunión podamos ver esas anotaciones y conversemos sobre ello.

Yo le recordaba en la distancia el ejercicio por Skype y pasó lo que tenía que pasar: si bien se le olvidaba muchas veces hacer el ejercicio, llegó a tomar unas notas muy interesantes. Tuvimos nuestra reunión ayer, y lo que te quiero comentar tiene que ver con el resumen de su ejercicio. Estoy seguro que en algunas cosas podrás sentirte muy identificado.

Primero que nada, se sorprendió que a estas alturas tenga que aprender a escuchar bien. Trató de contabilizar cuántas pérdidas pudo haber acumulado por su incompetencia. Le fue sencillo imaginar cómo ha estado dejando pasar buenas ideas por no detenerse a escucharlas. Igualmente se dio cuenta del malestar silencioso que su personal ha experimentado al ser ignorado y cómo deben haber dejado de contribuir por ella no tener una buena escucha.

Le llamó la atención que su principal problema era la impaciencia. En esos momentos se observaba apurando a la gente y mandándolas a callar para ella poder hablar.

Otro descubrimiento para ella fue pillarse siempre apurada. No hay tiempo para perder, y ella tenía que perderlo quedándose callada. Ella sabía lo que había que hacer y rápido. «Escuchar es una perdedera de tiempo«, se decía en silencio.

También observó su arrogancia y soberbia cuando se daba cuenta que desconocía las ideas de su gente porque consideraba que las suyas eran las mejores.

Ella era la jefe y por lo tanto los demás eran los que tenían que escucharla. En éso se fundamentó su poder. Si escuchaba a la gente y se hacía lo que ellos decían, ¿cuál era su sentido como gerente?.

Finalmente sintió que vivía en una eterna lucha de poder. Tenía que mostrase siempre ganadora y la sensación que le daba escuchar, era que perdía. De hecho, una mejor idea que la de ella, la asumía como una derrota y eso la apenaba. «Si la escucho me puede convencer».

Empiezo a cerrar este escrito pidiéndote que hagas el mismo ejercicio. Si lo haces, espero que me reportes aquí: ¿qué es lo que te pasa por la mente mientras escuchas a alguien? Esa persona puede ser tu hijo, tu pareja, tu colaborador, tu compañero de trabajo…

También te quiero pedir que me dejes algunos tips y recomendaciones para aprender a escuchar. Así puedo sumarlos y hacer una nueva publicación con tus aportes muy pronto.

Sin duda, ha sido un buen uso de mi tiempo en este avión. Espero que coincidas conmigo. Déjame tu comentario, sabes que los contesto todos.